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Sólo bastaba ver el atardecer

Cuando el abuelo No está... Sólo eso me hizo volver hoy a asomarme a este blog que lleva años encapsulado. “Tal vez, quizás; quizás, tal vez, encuentre algún pez”, me repetía a mi misma de camino a la laguna. No quise contrariar a mi abuelo y lo acompañé por quinta vez a pescar. La primera vez yo tenía diez años y me aburrí de lo lindo, las demás veces fueron especiales e igual de aburridas. Compartí muchas cosas con mi abuelo, pero la pesca nunca fue mi fuerte ni mi afición. Aún así, avancé camino al tedio. El día no acompañaba: cielo gris, temperatura baja; igual allí estaba él en la orilla, firme en su pequeña silla plegable y con su añosa caña en mano, cuando llegué. Lo saludé con una palmada en su robusta y cansada espalda y me agaché a su lado ocultando un bostezo. A continuación puse mi mejor cara de diversión y él me sonrió. En sus ojos había un melancólico brillo y luego, en sus labios, sorprendentes palabras: “Stellita, querida, nunca te pedí que atrapes algún pez, sol...

la insoportable pesadez de la espera!

El gesto del lenguaje

1 N o fue un estudiante aplicado, ni bien dotado: no pudo terminar el bachillerato superior, ni tampoco alcanzó el título de mecánico en la escuela a la que fue después del primer fracaso académico. De joven trabajó en la empresa minera de su padre y luego como vendedor de aspiradoras por siete años, tiempo en el cual, escribió en sus memorias, fue feliz viajando y conociendo gente. En plena guerra comienza a ascender en su partido al que se ha afiliado recientemente. Influyentes amigos judíos lo ayudan a insertase en la vida social. En esos años se casa con Veronika Liebl, su mujer que será para toda la vida, con quien tiene cuatro hijos. A partir de allí se caracterizaría por ser un funcionario eficiente dentro de la burocracia estatal, un buen padre de familia, un hombre tranquillo y equilibrado: la lealtad a la familia y a la patria constituyeron el centro y el sentido de su vida. Esas podrían ser las primeras líneas de su obituario. Lo que sigue pudo haber...
Durante miles de años la humanidad contó historias y recitaron o cantaron versos en voz alta. Puede que, a menudo, crearan aquellos textos orales a la vez que contaban o cantaban; porque al mismo tiempo que construían sus textos podían modificar su sentido, rehacer el significado, colorear con nuevos tintes sus creaciones. Durante miles de años, la ficción transitó por la voz. No había que demostrar nada. Simplemente mostrar mediante las palabras. La palabra también es un gesto, la expresión de un estado interior, de una idea o de un sentimiento al que cada uno confiere su propia energía. Esta proyección de las palabras sobre el cuerpo permite prolongar sus vibraciones, su dinámica y su significación profunda. La expresión del rostro, los múltiples juegos de la mirada, los ritmos de la voz, todo el vocabulario gestual se ponen al servicio del texto literario oral. El cuerpo que narra es un cuerpo que crea sentido y, mientras sugiere significados posibles, estimula y despierta ...

Mi cartografía

Ilustra Peter Revonkorpi Yo, tengo pies visibles con dedos de raíces en espiral y alas invisibles cosidas con nostalgia de siglos, con ellos recorro y sobrevuelo mi mapa, alguien dejó en el árbol de la familia una brújula dormida. Solo sirve cuando quiero ver para atrás. Hay que tener coraje para usarla cuando quiero ir  hacía adelante porque  me lleva a recovecos, encuentros y desencuentros. Me señala territorios de espinas, parajes de desamor, me lleva de nariz hasta mis propios abismos. Entonces la abandono y me dejo guiar por la rosa de los vientos, el canto del gallo, la luna que vive en mi vientre y la voz de mis ancestras que cantan  en mi pecho antiguas oraciones, sigo la huella que me dejaron para honrarlas, ellas caminaron y danzaron antes que yo y  sin embargo ya no son los mismos pasos, ya no invoco las mismas diosas en lo oscuro de la noche cuando estoy perdida, ni voy donde los hombres que las silenciaron, me han nacido los ojos de otro color,...

Casa y el tiempo de habitar

Regresar con la mirada llena de estrellas y cielos altos. Regresar con los pies alegres de nuevos caminos. Regresar, abrir la puerta, recibir el abrazo de la casa de siempre como si fuera nueva. Volver a besar tu taza, tu copa. Reconocer el sonido del agua de tu grifo, la textura de tu sillón. Garabatear en el polvo acumulado. Hola casa, hola amigos, hola gata, hay tanto para contar, tomen asiento, estoy ordenando la colección de momentos que tengo para compartir. Hoy me duermo en brazos de mi casa.
Mis días en City Bell... caminar como nunca!!! viendo intensamente como se colorea la vida, cómo cambia el  camino,  los sonidos, la temperatura, los olores, ( otoño e invierno huelen más a asado) mientras espero el tren, mientras converso sola entre una y otra hoja que cae y me saluda.  Gracias a la vida, por esta polícromía natural en mis días de sur.