Ilustra Peter Revonkorpi
Yo, tengo pies visibles con dedos de raíces en espiral y alas invisibles cosidas con nostalgia de siglos, con ellos recorro y sobrevuelo mi mapa, alguien dejó en el árbol de la familia una brújula dormida. Solo sirve cuando quiero ver para atrás. Hay que tener coraje para usarla cuando quiero ir hacía adelante porque me lleva a recovecos, encuentros y desencuentros. Me señala territorios de espinas, parajes de desamor, me lleva de nariz hasta mis propios abismos. Entonces la abandono y me dejo guiar por la rosa de los vientos, el canto del gallo, la luna que vive en mi vientre y la voz de mis ancestras que cantan en mi pecho antiguas oraciones, sigo la huella que me dejaron para honrarlas, ellas caminaron y danzaron antes que yo y sin embargo ya no son los mismos pasos, ya no invoco las mismas diosas en lo oscuro de la noche cuando estoy perdida, ni voy donde los hombres que las silenciaron, me han nacido los ojos de otro color, y los lunares se dispersaron de otra forma en mi cuerpo. Pero me guían éstas raíces y los señuelos que me dejaron desde la memoria de la primera Eva y la primera Lilit.
Esta geografía a veces se hace cuerpo que habito con ternura que conoce secretos que aún no revela, encuentro rutas, pequeños volcanes que se lavan en pasión, agua potable, sustancias tóxicas, cicatrices de felinos amores y el famoso polvo de estrellas que pone colores a los días. Aveces mi cuerpo tiene el lenguaje de la Manigua, es un susurro que pronuncia selva, flores, helechos, agua dulce y pecesitos. Y otros días cuando alguien pronuncia mi nombre se cuela por el caracol de mi oreja canciones de las hojas de los múltiples caminos que anduve a pie, es un canto de pasos que resuena y es a la vez cascada y olas de mar. Entonces me doy cuenta que soy una travesía larga que puede soñar con leyes que sólo la selva con sus espíritus sabe.
No es un mapa fijo el mío, es un holograma, soplo vital de todo lo existente, conexión con la luna y el inframundo, posee terrenos en donde no pasa el tiempo, lagunas encantadas en donde sigo siendo una niña de 6 años, ahí sol leve. Más al sur, me encuentro con una anciana sabia, llena de albahacas y romero; oriente no ha nacido para mí, hay sólo una flecha de hilos en el camino que dice: Podría ser futuro. En occidente, hay palomas que pueblan mis sueños, al entrar ahí hay que quitarse los zapatos y andar con paso tímido, en esa región se encuentran caminos sin acertijos. En el norte, cielo abierto, desparpajo, el puro palpito de las estrellas, allá no hay camino, sólo cielo y Orión apuntándome, ahí se vuela zigzagueante buscando la luz en la propia sombra, recogiendo mentiras, miedos, soliloquios en el aire, allá me recupero de lo que he visto en los espejos, mis máscaras! Allá me riegan canciones en las alas, me dan recados para tiempos grises y me prometen mar abierto y una cartografía con ítacas.
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