Ir al contenido principal

de lo esencial

Usaré una linterna, un haz, un cocuyo para iluminar la palabra. Es así una perla, todas las preciosas juntas. El silencio existe gracias a que existe la palabra. Por eso podemos apreciarla. Me gusta el silencio también.

Es una maravilla ya al final de año, despedir al circulo de juego de niños y niñas a quiénes acompañamos en este 2016. Y cada palabra que les decía  de "hasta luego" iluminaban sus ojos y fui dueña de sus abrazos y sus sonrisas y algunas palabritas muy arcoiris me tocaron...

Los niños necesitan ser tocados por las palabras, el lenguaje les crea una primera piel que les permite, entre otras cosas, contener la dispersión y mediar con el mundo.

Siempre creí que la experiencia de la realidad debe de ser perturbadora para los niños, tanto que necesitan la palabra que ahuyente el miedo a esa avalancha de sensaciones que ha de suceder cuando se experimenta por primera vez el viento, o la lluvia, o los pájaros, o el mar...

Entonces -pensé- hablar con los chicos, buscar las palabras que les permitan designar lo que son, lo que sienten, el mundo cambiante que los invita y los asusta, es algo más que un ejercicio pedagógico: es ayudarlos a construir una identidad coherente.

Las palabras nos tocan, nos buscan, nos designan, nos sirven de tabla para flotar en el ancho y encrespado mar de la existencia. Las palabras nos permiten saber que estamos vivos; y, como la piel, no solo nos mantienen unidos sino también establecen nuestras conexiones sensoriales con el afuera, necesarios vínculos para aprender a conocer.

Yo he hecho casa de palabras: en ellas me he ocultado, en ellas me he desnudado, en ellas he aprendido a armar una sintaxis de vida, una gramática que fuera mía y me ordenara. Entre palabras he conocido el suspenso del "qué sucederá ahora" de un relato, la alegría lúdica de la poesía, la posibilidad de ser otra de los cuentos. Entre palabras amé a esos hombres que ven el mundo de manera tan distinta y completan mi visión. Entre palabras crié gatos y gatas. A veces las palabras no fueron piel sino coraza y en otras los verbos me ablandaron sinestésicamente el corazón.

En ciertas circunstancias -como la de la reunión de hoy- la vida me regala momentos de revelación luminosa. Y ya no puedo pensar en nada más que las palabras y su generosidad. Estoy infinitamente agradecida.



Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Como terminar un amor?- ¿Cómo termina? Nadie sabe. Sea lo que fuere el objeto amado, desaparece, o pasa a la región Amistad El amor que ha terminado se aleja hacia otro mundo a la manera de un navío espacial que cesa de parpadear: el ser amado resonaba como un clamor y helo aquí de golpe apagado (el otro no desaparece jamás cuándo y cómo se lo espera).” Rolan Barthes- Fragmento de un discurso amoroso. Después de vivir una cuarentena de cuidados a mí misma, tomando tecitos, piña colada, vinos, alejándome de Goethe y las tribulaciones  Die Leiden des jungen Werthers,  de repasar una y otra vez qué fue lo que hice o no hice, después de convencerme que no, no fue por fea, bruta, pobre, por etnia, edad o lugar (una feminista no contempla esas opciones del enfoque diferencial en estos casos) que el "bello ser" de tus afectos no se quedó contigo. Pues simplemente no podía y él no es responsable de nada, por más que una busque encochinarle algo. Fue perfecto tal como fue....

El suspiro

Voy a bordar un camino de pájaros que termine en el nido que me ofrecen tus manos. Voy a tejer un abrigo de luces que termine en la risa que me alberga en las noches. Voy a zurcir mi canto para que suene como un cristal en tus oídos suavecito. Después me dormiré y nada importará porque te quiero.                                                                         El suspiro.

Al volver a re leer ébano.

Ébano Sale el sol, todo se inunda de luz y ya es hora de ponerse en marcha. Abre la comitiva el rebaño de camellas, conducido por los hombres y los muchachos. Lo siguen las ovejas y las cabras, envueltas en nubes de polvo. Y tras ellas, van las mujeres y los niños. Éste es el orden en que suelen caminar por el desierto los grupos de personas y animales, pero en esta ocasión, al mismísimo final, va también Hamed con un burro y además, el escritor, reportero occidental que cuenta esto: Rizar Kapuscinski. En "Ébano", el autor Polaco recoge lo que ha vivido en África. Va dibujando el perfil de esa África que en abstracto no existe, sino sólo cuando el observador es capaz de hundir sus pies en el fango, en el mundo mítico y variado, en la riqueza cultural de múltiples etnias y en la soledad de un continente que se rebeló contra años de colonización y saqueo. Muestra en Ébano a través de 29 capítulos la vida de los campesinos en varios pueblos de Africa, que después de la se...