Después de siglos perdidos, de haber visto solo la estela de su andar, después de confundírsele entre sombras eternas, de escapársele entre líneas adivinadas en sus manos, después de puertas cerradas, de miles de puentes cruzados y ventanas aún tibias en las que luego nunca estaba, se dedicó a buscarla en el futuro, reinventándola en el encuentro con la gente, dibujándola en mapas conocidos.
Por fin la encontró, sentada en la avenida Florencia, abanicándose con una elegancia japonesa y antigua, conservaba aún el vestido azul desteñido, el cabello lacio y la piel de nácar.
Se acercó temeroso con el aliento aleteante y el corazón golpeándole en todo el cuerpo. El murmullo del viento se interpuso y le pareció que la eternidad se congelaba en un segundo. Sus almas se encontraron en el preciso instante en que ella desapareció por la puerta de sus pupilas y una voz lo regresó del sueño.
Por fin la encontró, sentada en la avenida Florencia, abanicándose con una elegancia japonesa y antigua, conservaba aún el vestido azul desteñido, el cabello lacio y la piel de nácar.
Se acercó temeroso con el aliento aleteante y el corazón golpeándole en todo el cuerpo. El murmullo del viento se interpuso y le pareció que la eternidad se congelaba en un segundo. Sus almas se encontraron en el preciso instante en que ella desapareció por la puerta de sus pupilas y una voz lo regresó del sueño.
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