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Que bellas


Las palabras se precipitan, se juntan, se resbalan. Mojan los intersticios con sílabas viscosas, se clavan en el cuello con colmillos de sangre, se alzan el vestido en las escaleras, apuran un trago en el confesionario, mientras rezan algún Ave María. Las palabras insultan, acarician, suspiran, escriben sus obscenas frases en la puerta de un baño. Andan sobre la ruta en autos descapotables, fuman hasta enfermarse, se ponen portaligas, se empijaman, amasan con harina unos panes monstruosos que untan con mantequilla mientras suena algún blues.

Las palabras se bañan y las cercan las algas: alguna que otra vez se sintieron amadas y creyeron morirse debajo de los párpados; pero se despertaron luego y era una resaca andar pasando el día. Las palabras quisieron ser honestas y decir que no había sido ni siquiera una noche mejor que alguna otra, que no era tan bueno y qué tal si hablas y dices todo! y que tal si mejor te duermes! Las palabras dijeron lo que era necesario que se dijera entonces, cerraron la maleta y se marcharon sin regalar, siquiera, la dicha de un portazo. Cuando el frío del día les pegó en las mejillas, dijeron estoy viva, abrieron su boca de sirena y se rieron.

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Voy a bordar un camino de pájaros que termine en el nido que me ofrecen tus manos. Voy a tejer un abrigo de luces que termine en la risa que me alberga en las noches. Voy a zurcir mi canto para que suene como un cristal en tus oídos suavecito. Después me dormiré y nada importará porque te quiero.                                                                         El suspiro.
¿Como terminar un amor?- ¿Cómo termina? Nadie sabe. Sea lo que fuere el objeto amado, desaparece, o pasa a la región Amistad El amor que ha terminado se aleja hacia otro mundo a la manera de un navío espacial que cesa de parpadear: el ser amado resonaba como un clamor y helo aquí de golpe apagado (el otro no desaparece jamás cuándo y cómo se lo espera).” Rolan Barthes- Fragmento de un discurso amoroso. Después de vivir una cuarentena de cuidados a mí misma, tomando tecitos, piña colada, vinos, alejándome de Goethe y las tribulaciones  Die Leiden des jungen Werthers,  de repasar una y otra vez qué fue lo que hice o no hice, después de convencerme que no, no fue por fea, bruta, pobre, por etnia, edad o lugar (una feminista no contempla esas opciones del enfoque diferencial en estos casos) que el "bello ser" de tus afectos no se quedó contigo. Pues simplemente no podía y él no es responsable de nada, por más que una busque encochinarle algo. Fue perfecto tal como fue....

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