Tiempo
Merodear los instantes.
Quebrarlos como barquillos para sentirlos estallar.
Dejar que se resbalen, que se deslicen por la piel.
Verlos caer como gotas sobre los pliegues.
Despegarlos uno por uno con los dedos.
Y no lograr comprender qué compone el tiempo,
esa elástica sustancia que se contrae y se expande entre los vidrios de la memoria.
Somos dos latitudes que se buscan aunque haya que dar una vuelta para decir que tal vez seas tu y que te pienso como si el tiempo de haberte visto hubiera sido parecido a todo y en los segundos pequeños de tres días cupieran muchas cosas: unas copas, la noche como un hálito verde y los animales que duermen abrazados en la oscuridad prehistórica del tiempo.
Merodear los instantes.
Quebrarlos como barquillos para sentirlos estallar.
Dejar que se resbalen, que se deslicen por la piel.
Verlos caer como gotas sobre los pliegues.
Despegarlos uno por uno con los dedos.
Y no lograr comprender qué compone el tiempo,
esa elástica sustancia que se contrae y se expande entre los vidrios de la memoria.
Somos dos latitudes que se buscan aunque haya que dar una vuelta para decir que tal vez seas tu y que te pienso como si el tiempo de haberte visto hubiera sido parecido a todo y en los segundos pequeños de tres días cupieran muchas cosas: unas copas, la noche como un hálito verde y los animales que duermen abrazados en la oscuridad prehistórica del tiempo.
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